Para responder a la pregunta de este título, necesito antes introducir algunos conceptos sistémicos a través de una analogía más cercana y asequible, como es la del ser humano, visto en sí y a su vez como un sistema.
Todo ser humano es un sistema vivo que tiene una parte llamada cuerpo, el cual es el receptor final de las energías asociadas a los asuntos dolorosos pendientes que no ha logrado resolver, las cuales también pasan a sus descendientes con el fin de encontrar a uno o varios que los puedan solucionar.
Por asuntos dolorosos se entienden aquellos hechos impactantes que llegan a la persona en un momento en el que no dispone de los recursos necesarios para salir airoso del choque, tales como un traumatismo natal, abandono, conflicto afectivo con padres o pareja, exclusión, despido, accidente, suicidio, asesinato, guerra, hambre, emigración, etc. Todo ello deja a cada ser humano con una ristra de anhelos y necesidades vitales insatisfechas, que darán lugar a comportamientos incomprensibles para el limitado ámbito de lo racional y consciente.
Como no se sabe qué hacer con el odio, la rabia, el miedo, la frustración y demás sentimientos, emociones o energías generadas por esos impactos dolorosos, psicológicamente se reprimen y esconden en un lugar llamado inconsciente, con la ingenua esperanza de que el tiempo los borrará, y biológicamente se alojan en las células del cuerpo, sobre todo en las de alguna parte u órgano de su preferencia, que enfermará. Si no se logra poner remedio, la enfermedad desembocará en la muerte.
Tenemos el privilegio de pertenecer a una de las primeras generaciones en la historia de la Humanidad capaces de poder trabajar el inconsciente de la persona para que pueda soltar una gran parte de esta energía sobrante, desestabilizadora e hiperactiva, y alcanzar un considerable nivel de paz y serenidad. Cuando esto ocurre, las emociones reprimidas del inconsciente ya son menos y menos potentes. En este caso, el inconsciente interfiere menos en lo racional, y ambos pueden focalizarse y contribuir a la consecución de una vida plena, saludable y fluida centrada en el aquí y en el ahora.
Con lo anterior, yo puedo ahora tratar de responder a la pregunta del título de este artículo.
España es un sistema vivo compuesto de seres humanos en continua relación de cambio hacia un destino común.
Ciertas relaciones en España fluyen, otras no fluyen, como no circula la sangre en nuestro cuerpo cuando el colesterol estrecha su paso o lo impide del todo. Con adecuar la alimentación, hacer ejercicio y licuar más la sangre se pueden resolver ciertos casos. Otros requerirán unas acciones más drásticas como una intervención quirúrgica. Son acciones a posteriori, cuando el hecho doloroso ya se ha producido. Actuamos sobre los efectos, pero no sobre las causas. ¿Qué genera una cantidad inadecuada de colesterol en nuestro cuerpo? ¿Nuestra genética heredada? ¿Es nuestra genética heredada un determinante inamovible? ¿O es ésta una creencia limitante?
Bert Hellinger |
- El bloqueo político.
- La escasez de líderes en los que poder confiar.
- El anhelo de volver a situaciones económicas mejores sin considerar lo que hay que trabajar y cambiar para tener en cuenta la incorporación de miles de millones de trabajadores chinos, indios y demás a la producción mundial.
- La falta de una visión u hoja de ruta integradora, realista y entusiasmante.
- La inadecuación del sistema económico para dar trabajo a todos y más.
- El persistente desequilibrio entre la oferta y la demanda formativa.
- El envejecimiento de la población.
- Una estructura administrativa globalmente poco eficiente.
- La inexistencia de diálogo para tratar los asuntos que nos conciernen a todos y generar soluciones para las necesidades vitales no satisfechas.
- La corrupción.
Con solo considerar estos síntomas, se puede afirmar que el sistema humano llamado España está enfermo. Con varias enfermedades a la vez. Esta metástasis nos pone en peligro. ¿Lograremos salir a la superficie para poder respirar o nos hundiremos aún más? ¿Estamos enfocados a resolver los temas esenciales que nos plantea la vida?, o preferimos permanecer inconscientes para no ver y sentir lo que llevamos en nuestro inconsciente personal y colectivo, aunque ello nos mantenga paradójicamente bloqueados en el dolor y en el sufrimiento
La Sistémica viene trabajando desde 1980 a nivel personal, familiar, pedagógico, empresarial y organizacional. Nació en Europa Central y se ha expandido y aplicado con éxito en España y en otros países. Su trabajo se realiza de forma discreta y reservada por su propia naturaleza. El trabajo por realizar es ingente. Su mayor barrera de entrada es el desconocimiento sobre ella. Y también la prevención, el miedo y el rechazo a lo desconocido que genera en algunos.
· Amplía nuestro campo de visión.
· Hace que nuestra mirada de los hechos sea mucho más profunda.
La potencia sinérgica de estas tres acciones simultáneas, es alta. Lo que surge de su interacción sorprende y crea unas condiciones favorables para alcanzar una solución para el asunto difícil y pertinaz que se ha decidido trabajar.
La Sistémica ha ayudado y está ayudando a sanarse a muchas personas y familias con problemas relacionales y con consciencia emocional.
La Sistémica también está siendo de gran utilidad para aquellas empresas y organizaciones con problemas enconados y persistentes, aunque mucho más lentamente por su menor sensibilidad y porque sus directivos no suelen atreverse. Debido a su mayor implicación y riesgo, los empresarios fundadores suelen hacerlo. Ante mi pregunta ¿Quieres trabajarlo? a un empresario con sesenta y siete años, seis hijos varones y desesperado porque ninguno de ellos mostraba interés por asumir y continuar su liderazgo empresarial, me contestó: ¡¡¡A muerte!!! Lo trabajamos. Diez años después, la empresa continúa su actividad.
¿Y qué puede hacer la Sistémica a nivel país? La Historia nos lo muestra a través de hechos concretos a escala país o aún mayor, aunque no se hayan visto como sistémicos.
Adenauer y De Gaulle mostraron su grandeza al trascender los efectos de la confrontación recién sucedida de la Segunda Guerra Mundial en aras de un objetivo superior. Fue un acto de reconciliación. Con “poco” se inició el camino de algo muy grande: la construcción de Europa en paz después de siglos de guerras.
En Alemania continúan aplicando la Sistémica para limpiar las secuelas de las duras emociones vividas durante la Segunda Guerra Mundial.
Nelson Mandela conoció el miedo de los blancos y las ansías de venganza de los negros. Negoció con los primeros y afrontó a los suyos. Con ello evitó un terrible baño de sangre para todos. Una vez preguntado sobre el proceso que le llevó al poder en Sudáfrica, contestó: “Estando a punto de alcanzar la cima de aquella montaña muy alta, descubrimos que ésta escondía detrás otra más alta y más lejana por escalar. Y no excluyo que detrás hayan otras más altas y lejanas”. Allí, la jerarquía eclesiástica contribuyó en gran manera a la reconciliación
Por otro lado, todos estamos afectados por ello con tonalidades e intensidades distintas. No porque yo no siento nada al respecto, estoy en situación de negar que el otro siente lo que siente, o de afirmar que lo que el otro siente es una tontería. Quizás mi familia no se vio afectada, y la del otro sí. Todo ello se ve diluido por la incorporación posterior de emigrantes en la sociedad española.
Cuando veo los debates políticos de nuestro Congreso de los Diputados, o los debates televisivos, para mí son, en gran parte, debates emocionales donde lo racional no tiene cabida ni fuerza. Mientras lo emocional no está en paz, es muy difícil estar centrado en el aquí y en el ahora para construir el futuro.
¿Hasta cuándo duran los efectos de sucesos traumáticos sufridos por colectivos humanos que suponen muertos, asesinados, marginados, olvidados y excluidos, tales como nuestra Guerra Civil? Hay hitos que separan en el tiempo varias etapas consecutivas de intensidad decreciente. El primero es el fin del suceso. El segundo surge con la muerte de los últimos que vivieron el suceso en sus distintas facetas: víctimas, perpetradores, etc. El tercero aparece con la muerte de los hijos de los anteriores. Y así, sucesivamente. El eco de lo sucedido va perdiendo fuerza con las generaciones que se suceden, pero la memoria no desaparece si no la borramos.
El tiempo ¿Cura realmente las heridas? Después del fin del suceso traumático colectivo, se suele mirar hacia delante y se evita mirar hacia atrás, hacia lo que resulta doloroso, hacia las pérdidas, las ausencias, las culpas y las responsabilidades. Cuanto menos lo miramos, cuanto más lo reprimimos, menos lo soltamos y lo trascendemos y más se nos va cargando el inconsciente colectivo de todo ello. Pero no por depositar esta pesada carga en el inconsciente, ésta deja de actuar. A veces nos sorprendemos de lo que ocurre. Pero es el inconsciente el que ruge de tanto en cuanto para mostrarnos que colectivamente tenemos que arreglar algo de manera distinta a como lo estamos haciendo. Es mejor soltar esta pesada carga que nos viene de atrás, que empecinarnos en hacer lo que siempre hacemos. Aquí cae al pelo la frase de Einstein:
"Locura es pretender obtener resultados distintos haciendo más de lo mismo”.
Albert Einstein |
De hecho, no ha habido reconciliación.
¡Cuánto despilfarro de energía colectiva por inconsciencia colectiva!
¿Qué haría falta para reconciliarnos, dejar de perder nuestra energía en luchas estériles y andar de nuevo por la senda de un gran país? Tomo el riesgo de aportar algunas ideas.
Mientras Sudáfrica contó con una jerarquía eclesiástica activa y reconciliadora a nivel político, en España, el hecho que una parte de ella se quedara escorada en uno de los dos bandos, ha dificultado su posible intervención en este sentido. La Iglesia constituye un valioso recurso que poco ha actuado hasta ahora para la reconciliación “política” de los españoles. 2016 es el Año de la Misericordia. ¿Podría ser 2017 el Año de la Reconciliación “política”, por ejemplo?
¿Quién o quiénes en España tienen la suficiente talla, limpieza y fuerza como para generar confianza, incluir a todos, y crear las condiciones adecuadas para dar a luz ese proyecto común de reconciliación?
¿Un grupo de personas? En este caso haría falta un grupo de personas de todas las tendencias políticas sin exclusión, con buena trayectoria y peso específico, dialogantes, conciliantes, que hayan por tanto soltado sus propios fardos personales sistémicos limitantes y bloqueantes, que ya hayan trascendido sus apetencias económicas, que estén dispuestos a traspasar lo mucho recibido de nuestra sociedad y estén motivados y unidos por el objetivo superior de la reconciliación, como lo fueron los Padres de la Constitución en nuestra Transición. ¿Un Consejo de Sabios trabajando con grandeza y generosidad para las generaciones siguientes? En este caso, el ejemplo y la credibilidad no sólo vendrían de cada uno de ellos, sino también del hecho de mostrarnos que pueden convivir juntos, consensuar objetivos para el bien común, actuar para alcanzarlos y construir futuro.
¿En qué podría consistir este paso hacia la reconciliación? Tomo el riesgo de afirmar que si los síntomas de confrontación son patentes y persistentes en un pueblo, ciudad, región, comunidad o país, las causas y la solución son sistémicas. La solución requiere una pedagogía previa, y una o varias personas que:
· Se den cuenta de ello.
· Que algo tienen y pueden hacer al respecto.
· Que tienen el impulso para iniciar el proceso de reconciliación.
Esta catarsis permitiría quitarnos progresivamente esa pesada losa emocional que individual y colectivamente llevamos algunos y que consume una gran parte de nuestra energía en forma de tensiones y enfrentamientos. Sin esas emociones bloqueadoras, nuestra capacidad emocional se pone al servicio de la vida y puede colaborar con lo “racional”. Sin esas emociones bloqueadoras, a nivel colectivo, nuestra capacidad emocional toda está orientada a captar lo que sucede y a generar información vital para tomar mejores decisiones para nuestra paz, bienestar, crecimiento y aportación a los demás.
Por diversas razones, la vida me ha llevado y permitido acceder a la Sistémica esa metodología valiosa para las personas del Siglo XXI.
Teniendo en cuenta:
- Los retos que España tiene ante sí y que tiene que superar para sobrevivir, primero, y para poder funcionar a su pleno potencial después.
- Y lo que la Sistémica puede aportar a toda esa ingente labor por hacer.
Reciban un cordial saludo,
8 de Junio de 2016
Carlos Surroca
Consultor de Sistemas Humanos
600-522-884
sistemica.c.surroca@gmail.com
www.inteligenciasistemica.es
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sistemica.c.surroca@gmail.com
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